jueves, 10 de febrero de 2011

Que viene y va

Las primeras grandes crecidas del 2010 revelan el carácter de este río: lento, escurridizo, irregular. Gana metros no tanto por la fuerza de la gravedad, como por la presión que hace el agua que viene por detrás, y no puede avanzar un centímetros hasta que ha inundado todos los huecos que tiene tras de sí. Eso, claro, después de haber saciado a los distintos sumideros dispuestos a tragarse toda su corriente.


Seguimos por la zona del El Nuevo, donde las aguas han vuelto provisionalmente a su cauce (a su canal, en realidad). Después de empantanar zonas que hoy día NO se prevén de inundación pero que pertenecían al cauce del río 50 años atrás, las aguas se han filtrado o evaporado y han dejado tras de sí la huella de su paso con un rojo intenso, como marcando territorio. Y también una curiosa colección de suelos.


Cuentan que las aguas del Guadiana eran azules y limpísimas, pero debían ser esas que venían desde Los Ojos, apacibles y constantes. Éstas viene de golpe, desde el Azuer y arrastrando la suciedad de casi 15 años de sequía. Harán falta muchas más lluvias (y alguna que otra medida, de paso) para que el agua siga empujando y se desparrame por lo que fue su territorio un día, para que vuelva ese agua cristalina.


Yo sigo adelante, embarrándome las botas.
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