lunes, 3 de enero de 2011

Mitos y desastres. El origen de la búsqueda.

He pasado mi infancia delante del cauce del que fuera uno de los ríos más anchos de toda el país y yo de aquello no tenía ni idea. Por desgracia sólo me hice consciente hace apenas un par de años, cuando empecé a preguntar por mitos y leyendas de infancia que volvieron a mi cabeza.

¡Ten cuidado, no te salgas del camino que a tu tío se le hundió la pierna y casi se le abrasa!

El río se bebía a la gente: los ojos los chupaban, se los trabaja la tierra y ya te podías olvidar de volver a ver el cuerpo.


¿Pero de qué va todo eso? ¿Qué agua, qué río, qué fuego? Aquello es un pequeño desierto en el que resulta difícil imaginar agua. ¿Cómo puede pasar alguien por alto el humedal manchego cuando lo tiene delante de sus narices?


Estamos en la zona del Sordico, cerca de Los Ojos del Guadiana. Hará un año y medio, con todo el calor de agosto, JM señalaba hacia el campo amarillo y seco, y contaba que todo aquello que veían nuestros ojos era, hace 40 años, una enorme masa de agua flanqueada por bosques de chopos, pescadores y cangrejeros, patos y culebras, y pozos donde el agua se cogía a 3 metros de profundidad. JM apenas alcanza los 60. ¿Es posible?...

Recuerdo en mi niñez una niebla permanente como estancada en la zona; ahora pienso que quizá podía ser humo. Y también un olor intenso a quemado; ahora pienso que sería la famosa autocombustión de la turba.

Me voy a andar por ahí abajo y…

¡Ten cuidado, no te salgas del camino que a tu tío se le hundió la pierna y casi se le abrasa!

¿Pero qué dicen? Estoy cansado de tanto mito, tanta historia, tanta histeria. Tengo que verlo con mis propios ojos. Definitivamente me voy, cojo la cámara y me voy a contar Cuentos del Guadiana.
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