Hace exactamente un año, el subsuelo del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel ardía literalmente como una gigantesca barbacoa. ¿Por qué? Con el paso del tiempo y el cúmulo de materia orgánica, el humedal había generado una placa de carbón vegetal de kilómetros cuadrados que, después de secarse, comenzó a arder espontáneamente. Lo cierto es que este hecho sucede desde hace unos 30 años en zonas aledañas y muy similares a Las Tablas, pero no protegidas.
Se llama autocombustión de turba, y es uno de los mitos de mi infancia. También lo es el del Guadiana, “un río que aparece y desaparece”, y el de sus Ojos, “que se tragaban a la gente”.
Para Navidades de 2009-2010, las zonas en combustión de Las Tablas se encontraban en plena cirugía: un escenario grotesco de excavadoras, humo...