Allí en medio (con liebres y zorros incluidos en el guión), uno tiene la sensación de estar en un terreno virgen pero... esto es más bien abandono. Cuando consigues trazar en tu cabeza el antiguo cauce, uno va percatándose también de que a éste le flanquean un montón de casillas y caserones medio en ruinas.
Lo que pasa es andamos sobre un cauce “recién” desecado que, resulta, no se puede utilizar para aquellas geniales cosechas que se auguraban. Y que, además, “ha empezado” a arder. Y, como si dijéramos, todo el mundo “ha tenido” que salir despavorido de allí casi entre las llamas de los incendios de turba.
Da un par de pasos hacia atrás, toma distancia y dime, ¿cómo, si no, se explica que este lugar indeseable se rodee de decenas de casas destrozadas? Porque por ahí en medio, dejó de pasar un buen chorro de agua.
Pensándolo bien, si consigo dibujar todo el agua que le falta a la foto con la cabeza, me doy cuenta de que todas esas casas abandonadas que fueron divertimento de mi niñez, son en realidad otro vestigio de aquel Gran Guadiana.
Esto debía ser el paraíso...
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1 comentario:
Sin duda lo fue. No conocí en mi niñez esta parte río Guadiana, si otros tramos en los que de niño jugaba y me bañaba, hoy tampoco existen o son pútridas cloacas.
Un saludo. Sigue, te sigo.
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