miércoles, 16 de febrero de 2011

El Guadiana desafía la gravedad

Con la última gran crecida del ‘97, la gente decía que ¡el río corre hacia arriba! Era la última de las historias que contaban estos exaltados alimentadores de mitos a los que les debo tanto. Un nuevo poder sobrenatural que atribuir al Guadiana. Otra leyenda con la que jugar un rato en Cuentos del Guadiana, que se explica con circunstancias simples y reveladoras: un terreno extremadamente llano y unas Tablas de Daimiel totalmente intervenidas por la Confederación Hidrográfica.


La de arriba es una foto a la entrada del Guadiana al Parque Nacional por el molino de Molemocho. Si te fijas, a la derecha del puente (la llegada del río al parque) no hay agua, pero a la izquierda de éste (ya el parque) se ve una zona azulada que revela bastante terreno empantanado. Es decir, puente y molino hacen las veces de presa de contención para que los aportes artificiales de agua al parque no se pierdan “río arriba”.

Claro está que el agua no es capaz de obviar la gravedad y que este “Guadiana remontante” es solo una expresión exótica que viene a definir lo que comento desde hace unos días: que esto no es una corriente de agua con un espacio y una dirección definidos, sino que es una masa enorme que sale cuando ya no encuentra sitio y se esconde cuando el suelo tiene sed, y que está empeñada en ocupar cuanto terreno le sea posible.

Y nosotros estamos empeñados en que no se salga de un pequeño canal artificial y de su parque nacional (que no es ni un atisbo de lo que debió ser La Mancha Húmeda) para que no moleste.

Cuenta la leyenda que en el ’97, cuando Las Tablas estaban hasta arriba, unos pastores decidieron coger una azadón y cavar la presilla de Molemocho para permitir que el agua inundara el cauce del Guadiana y se filtrara al acuífero. Dicen que les querían denunciar por lo que hicieron porque, con ello, inundaron los cultivos de los agricultores que se habían sembrado el antiguo cauce. Curioso que en 2010, pocos días después de hacer la foto de arriba, fueron los propios gestores del parque los que decidieron tomar la misma medida que aquellos dos.

Y así decían todos: ¡el río que va pa’ rriba!
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