Con la llegada de las aguas del Azuer al viejo cauce los mitos cobran vida. Es cierto que no he visto fincas enteras tragadas por la tierra, ni “ojos” devoradores de familias de pescadores, ni tampoco agujeros que acababan en el infierno, pero el "cauce" ha empezado a tomar formas inverosímiles y esto se pone cada vez más interesante.
La tierra, que apenas hace un mes ardía por dentro, ahora devora litros por cualquier grieta que pueda encontrar, y escupe las sobras unos metros más adelante. Se quiebra, parte, hunde y deforma, como quejándose de tanto tiempo sin probar bocado.
Es bonito ver que este río aún puede deparar sorpresas. Aunque sus sorpresas no siempre son agradables (recordarás el humo de sus entrañas). No deberíamos pensar que este showman de la naturaleza está dispuesto a dar espectáculo eternamente.
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