Habiendo visto el modo en que se expande el agua por estas tierras, despacio, empantanando todo lo que encuentra a su paso, hundiéndose por un lado, brotando a los pocos metros… habiendo intuido unos márgenes tradicionales del río mucho mayores que los que se le pretenden asignar hoy día… me empieza a asaltar una idea en la cabeza: a esta agua se le está metiendo una prisa que no puede asimilar.
Lo que quiero decir es que este “río”, en lo poco que se deja de ver estos días, ha demostrado que no es el clásico torrente de agua constante y bien encauzada. Unas veces sale, otras se esconde, unas empantana y otras se filtra…
y participa de un lento proceso en el que el agua tiende a ocuparlo todo. Todavía no hay suficiente agua para verlo con mis propios ojos, pero parece claro que acuífero y río fueron en su día una misma cosa que se fundía y correteaba entre el subsuelo y la superficie, alimentándose uno a otro, saliendo a veces por sus ojos, y otras escondiéndose al no poder remontar el desnivel: una auténtica orgía de de agua y tierra a lo largo de kilómetros de Mancha Húmeda.
Pero hoy al río no le dan las fuerzas para volver a llenarlo todo. El agua no solo encuentra el problema de un subsuelo totalmente seco dispuesto a tragárselo todo, sino que también se ve atrapada y sin salida en un canal que no le deja campar a sus anchas, empantanar y filtrarse lentamente.
Así que volviendo a las palabras del principio: a este río se le mete una prisa que no puede asimilar. Necesita su tiempo para empantanar, para dar sus pasos sobre seguro, para llenarse la panza y luego poder volver a salir a superficie. Pero no se supieron entender los requisitos de este delicado sistema.
Los cultivos que flanquean el río en la foto izquierda, se suponen antiguo cauce del río Guadiana (Zona del molino de El Nuevo).
La foto derecha muestra la diferencia de color de la tierra: arriba amarilla, terreno tradicionalmente seco; abajo oscura, terreno tradicionalmente empantanado y hoy cultivado.
Ahora camina el pobre río con la lengua fuera, a una marcha impuesta que le mantiene encajado entre unos muros, de manera que sus aguas no molesten y se puedan utilizar las antiguas zonas de empantanamiento para el cultivo. Algo va mal.
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